sábado, 28 de agosto de 2010

Conozco a varias princesas.


Todas las chicas, alguna vez de en la vida, hemos deseado ser una princesa, una de esas princesas guapas y con riquezas, con tantos lujos que el mundo entero podría estar dentro de nuestro salón, un salón con una chimenea y un sofá en el que abrazar a tu príncipe. Creemos que lo de ser princesa es algo superficial, que se trata de lo que llevas y de tu aspecto, pero dudo que eso sea ser una princesa. Una princesa es aquella que puede ofrecer algo que el resto no tenga y aquella que tiene por dentro más de lo que cualquier persona pueda poseer por fuera. No hay que ser princesa, hay que sentirlo.

domingo, 22 de agosto de 2010

Soy yo.


Soy más bien corriente, mis complejos nadie me los quita; soy medio desastre y da igual lo que digan, yo sería capaz de perder la cabeza; soy algo soñadora, me pierdo entre mis sueños; soy una foto en color o en blanco y negro, no se vivir sin mi cámara y pobres de los que estén cerca cuando consiga una cámara profesional; soy una dormilona, pero duermo poco; soy alta y delgada de más, pero como mucho y a todas horas; soy algo borde, me puede mi mal genio; soy decidida pero me asusto con facilidad; soy pesimista, siempre lo soy, supongo que porque todo el optimismo se lo quedó otra persona; soy poco familiar pero quiero tener un perro, un gato y dos niñas; soy muy habladora, algunos días puede que hasta pesada; soy sincera, me da igual que digan algo o piensen distinto; soy yo.

martes, 10 de agosto de 2010

Pandora.


No es una caja, pero si mi pequeña pandora, en ella no guardo esos males de los hombres que guardaba la primera mujer creada por Zeus, pero si los recuerdos de una vida creada por mí, por mí y mis circunstancias.

lunes, 9 de agosto de 2010

Dos décadas



Hace exactamente 20 años y 26 días, vi la luz de la luna por primera vez. Llegué una madrugada de 1990. Seguro que era una noche calurosa, lo noto en mi piel, me gusta el calor. Llegué y nadie me preguntó si eso era lo que quería. Qué tontería. No llegamos porque nosotros queremos, sino porque otros nos necesitan. Estamos destinados a ser necesarios. Por eso no nos preguntan, porque solo con saber que aparecemos para hacer feliz a alguien firmaríamos sin mirar la letra pequeña. Todo contrato tiene trampa, igual que la vida: lloramos, perdemos, sangramos, nos caemos y golpeamos, pero también herimos, rasgamos y empujamos. Pero la letra grande... ¡la letra grande es genial! Reímos, saltamos, gritamos, nos enamoramos y nos volvemos a enamorar. Vivimos en una gran montaña rusa, en la que hay más subidas que bajadas y, al igual que los parques de atracciones, esas bajadas nos ayudan a soltar adrenalina, a gritar y aprender que para la siguiente bajada, hay que agarrarse más fuerte o no, ¿por qué no alzar más las manos? Disfrutaremos más las subidas. Dos décadas después me siento orgullosa, pero no sólo de mí, sino de vosotros, de cada una de las personas que han tropezado con la noria de mi vida, de los que me han intentado empujar desde lo alto y de los que me agarraron fuerte para que no callera. Soy feliz.